Este pasado domingo viví una de las experiencias más intensas y emocionantes que un deportista puede disfrutar: el Maratón de Valencia. Una ciudad llena de energía, miles de corredores con un mismo sueño y un ambiente que solo Valencia sabe crear cuando se trata de running.
Aunque mi terreno natural siempre ha sido el mountain bike, desde hace años tenía una duda, ¿sería yo capaz alguna vez de completar un maratón?
Para mí, correr 42 kilómetros seguidos siempre había representado algo muy duro, casi inaccesible. Y no buscaba cambiar de deporte ni iniciar una etapa como corredor, simplemente quería resolver esa duda viviendo el reto desde dentro, y hacerlo en el maratón más grande de España: Valencia.
A todo esto había que añadirle que mi preparación fue muy limitada. Entre competiciones y entrenamientos de MTB, apenas pude encajar una preparación específica: solo dos meses y medio para entrenar running pensando en un maratón. Un tiempo escaso para cualquiera, y aún más para un debutante.

Un inicio desde atrás… muy atrás
Otro detalle importante del día fue mi posición en la salida.
La organización no pudo darme un cajón mejor porque no tenía referencias oficiales previas, como suele ocurrir con los debutantes en esta distancia. Eso hizo que me tocara salir desde un cajón bastante retrasado, mucho más atrás de lo que habría sido ideal para mi ritmo real.
Esto tuvo un efecto curioso en la carrera, por un lado, me obligó a ir adelantando a muchísimos corredores más lentos durante varios tramos, lo cual hacía difícil mantener un ritmo completamente estable; pero, por otro lado, también convertía la carrera en una especie de “dinámica positiva”: adelantar constantemente te da la sensación de que estás fluyendo, progresando y avanzando con solvencia.
Fue una mezcla de reto y motivación constante.
Los primeros kilómetros: ritmo, ilusión y mucha cabeza
Con ese ambiente espectacular que solo Valencia sabe crear, salí a ritmo firme pero prudente. El público, el recorrido llano, la temperatura perfecta… todo ayudaba. Aun así, los primeros kilómetros fueron una prueba de paciencia: zigzaguear, encontrar huecos, medir esfuerzos y no dejar que los adelantamientos rompieran la concentración.
La parte dura: cuando el maratón te mira a los ojos
Como en todo maratón, llegó el momento donde la carrera te exige más de lo que te queda. Ese tramo donde ya no vale la técnica, solo vale la cabeza. Me apoyé mucho en mi motivación inicial:
estaba allí para demostrarme que podía hacerlo, con una preparación justa y un pasado muy alejado del running.
Y ahí apareció, una vez más, la magia de Valencia: música, ánimos personalizados, carteles motivadores, gente gritando tu nombre… y esa sensación de comunidad entre corredores que hace que no te rindas.

La recta final: emoción pura y un tiempo de debut soñado
El último tramo hacia la Ciudad de las Artes y las Ciencias es inolvidable. Esa pasarela azul, el arco de meta al fondo… y la sensación de que estabas cerrando un capítulo importante de tu vida deportiva.
Finalmente, crucé la meta con un tiempo de 3:08:38.
Un resultado que, visto en perspectiva, significa mucho más de lo que dice el reloj:
✔️ Es un tiempo excepcional para un debutante absoluto.
✔️ Muy por encima de lo habitual entre aficionados que corren su primer maratón.
✔️ Conseguido con una preparación precipitada de solo dos meses y medio.
✔️ Y logrando ese crono saliendo desde un cajón muy retrasado, teniendo que adelantar a muchos corredores más lentos desde los primeros kilómetros.

Mi primer y último maratón
Y aquí está la clave de todo, este ha sido mi primer y también mi último maratón.
No buscaba entrar en el mundo del running, ni marcarme nuevos retos en asfalto. Solo quería resolver una duda que me acompañaba desde hace años, y quería hacerlo en un escenario a la altura: Valencia.
Hoy, con la duda resuelta y el objetivo cumplido, cierro esta etapa con orgullo.
Vuelvo a la montaña, a mis senderos, a la bici… pero con la satisfacción de saber que un día fui maratoniano, en Valencia, y lo hice a mi manera.
Un reto para recordar siempre
Valencia volvió a demostrar por qué es “La Ciudad del Running”: organización impecable, recorrido rápido, público inolvidable y una atmósfera que te acompaña incluso después de cruzar la meta.
Para mí, este maratón ha sido una respuesta, un cierre y una victoria personal que guardaré para siempre.
